En el lecho de un valle fecundo
y entre acordes que marca una lira
tiende Arafo su clara fachada
siempre abierta en cordial bienvenida.
Siempre abierta, cordial, siempre afable
es la luz que en sus cimas se inspira…
y un derroche de brillos y frondas
en derrumbe de verdes se inclina
y se fundan en recios pinares
y se mezclan con alba alegría…
en el agua que manan sus montes
y en su cielo de gloria y de vida.
Siempre amiga, leal, siempre noble
-cual refugio de dicha divina-
en silueta se alza impecable
en el valle que el Pico vigila…
donde extiende Añavingo su imperio
de escarpadas laderas bravías,
y donde yace la piedra sagrada
evocando cadencias perdidas.
Y en el cetro que ostenta y lo nombra
guarda Arafo la gloria prendida…
una historia en su pecho de tierra
y en su alma de arte una lira.
De nobleza canaria, la gente,
que en sus lindes faena y anida…
hacia Dios sus anhelos y preces
y hacia el suelo que viven la vida.
¡Oh Arafo, que vives y sueñas
y entre cuerdas y sones suspiras…
siempre altivo, cordial, siempre Arafo…
desbordando triunfal bienvenida!
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